sábado, 15 de noviembre de 2014

COLABORACIÓN: Hatshepsut, la mujer que quiso ser faraón

Su reinado inauguró la Edad de Oro de Egipto, amasó gran parte de las riquezas que el rey Tutankhamón heredaría y después desapareció de la historia. Si su nombre no nos resulta familiar es por una razón: sus imágenes fueron borradas y su cadáver arrancado de su tumba.
 
Estatua de Hatshepsut
Para saber cómo y por qué debemos remontarnos mucho tiempo atrás.

Hatshepsut gobernó Egipto en la Edad de Oro como mujer. No fue una reina  sin más, fue una mujer que gobernó como un hombre y dirigió el mayor imperio del Mundo Antiguo, durante la dinastía más poderosa.

Llevó a cabo numerosas expediciones comerciales de modo innovador y emprendió un programa arquitectónico de magnitud sin precedentes cuyo mejor ejemplo lo encontramos en su templo mortuorio de Behir-el Bahari. Sin embargo, poco se sabía de ella hasta ahora. Alguien se aseguró de que Hatshepsut no fuese recordada desterrando su nombre de la historia. Sus logros fueron ocultados, sus estatuas destruidas, su identidad borrada y su momia desapareció.

Hatshepsut nació princesa pues era la hija mayor de Tutmosis I y su principal  esposa Ahmosis, y fue educada para seguir los pasos de su padre, pero Tutmosis I tenía un hijo con una de sus esposas secundarias, Tutmosis II. Tutmosis II heredó la corona al morir su padre, cuando la joven Hatshepsut tan sólo tenía 12 años. Llevando a cabo una maniobra habitual entre la realeza, Tutmosis II tomó por esposa a su hermanastra Hatshepsut, reforzando así su estirpe real. Juntos tuvieron una hija, Neferure.

Con 12 años y casada con su hermanastro, Hatshepsut estaba destinada a ser sólo otra reina a la sombra de su esposo. Pero Tutmosis II era un hombre débil, y hay quien dice que Hatshepsut era la mano que dirigía el trono.

Al alcanzar los 15 años su marido murió y todo cambió para ella, pues ahora se había convertido en la regente de un bebe que no era su hijo. Hatshepsut tuvo que cuidar a su hijastro, a su hija Neferure y a todo un reino. Cuando su hijastro alcanzó la edad con la que debía convertirse en faraón, varias decisiones osadas de Hatshepsut dejaron ver que la reina regente no iba a dejar el trono.

A los 22 años, Hatshepsut dio un paso muy atrevido: ocupó el trono como mujer. Aunque no fue la primera, ni la única mujer que ascendió al trono en el Antiguo Egipto, Hatshepsut destaca por un hecho que no se dio hasta ella, para ser faraón se transformó en un hombre, ante los súbditos se vestía como tal, haciéndose representar con los atributos reales masculinos como la barba de faraón. Pues sólo un hombre podía ser faraón. Hatshepsut llegó a ser tan poderosa o incluso más que el propio Tutmosis III.

En su época algunos pensaron que había accedido al trono de forma ilícita, mientras que otros dijeron que lo hizo por el bien de su pueblo. Las opiniones eran dispersas y Hatshepsut se ganó enemigos con su decisión.

Hatshepsut llevó a cabo un proyecto arquitectónico cuantioso, lo que significa que su reinado fue muy próspero. En las múltiples construcciones que llevó a cabo dejo constancia de sus proezas como método propagandístico. Así sabemos que hizo importantes expediciones comerciales a la región de Punt, hoy desconocida su ubicación, que desempeñaba un gran papel comercial. A través de estos grabados mostraba a su pueblo su valía y la prosperidad que trajo a Egipto.
 
Templo de Behir-el Bahari
Según muestran algunos grabados de Behir-el Bahari, Hatshepsut estaba enseñando a su hija Neferure para que la sucediese, algo que no llegó a pasar pues Neferure desaparecerá y el trono será ocupado por su hermanastro Tutmosis III.

Algunos egiptólogos piensan que Hatshepsut pudo tener un romance con el arquitecto Senmut, que se encargó de la enseñanza de su hija Neferure. Esto no es del todo fiable, pero tanto su hija como su mentor desaparecieron de la historia al mismo tiempo que Hatshepsut.

No hace muchos años, un equipo español que realizaba investigaciones en Behir-el Bahari, descubrieron unos relieves en los que parece estar escrita una declaración de amor, una especie de carta de amor, de Senmut a Hatshepsut acompañados de los grabados de una mujer y un hombre que fueron destruidos con un fin. Esto sugiere que la teoría podría ser cierta y que Hatshepsut y Senmut tuviese una relación íntima que iba más allá de lo político.

El egiptólogo Zahi Hawass se propuso descubrir la momia de Hatshepsut, y, tras un proceso en el que llegó a contar con cuatro candidatas, determinó que su momia había sido trasladada del lugar escogido para su descanso y que su momia era la hallada en la KV-60. Contaban con un cofre con el nombre de Hatshepsut, donde se encontraba su hígado, en bastante mal estado por el embalsamamiento, y una muela, la única prueba exacta de la reina. Hawass, ayudado de un gran equipo de investigadores, comprobó la muela hallada junto a los vasos canopos con la momia de la KV-60. La muela coincidió con la momia pues le había sido extraída una muela, practica muy común en el Antiguo Egipto para paliar infecciones y aliviar así el dolor. Esa muela estaba incompleta pues le faltaba una raíz la cual se hallaba en la momia. Y gracias a esa muela y al embalsamador que la guardó, hoy sabemos que esa momia es la de Hatshepsut y ahora ocupa un lugar de honor en el museo de El Cairo junto a la familia Tutmosis.
 
Relieve dañado de Hatshepsut
Gracias al hallazgo de su momia y, más concretamente de su muela, se ha podido averiguar que Hatshepsut murió debido a una infección que se extendió por todo su cuerpo, provocando que los últimos días de su reinado fuesen tremendamente dolorosos.

El misterio por el cual sufrió esa eliminación histórica, ha tenido diversas teorías a lo largo de los años. Algunas dicen que fue por el hecho de convertirse en faraón siendo mujer, una razón bastante pobre pues antes que ella otras reinas gobernaron en solitario el Antiguo Egipto. Otros dicen que Hatshepsut fue la madrastra mala de Tutmosis III y que este realizó la tarea de borrarla de todas las fuentes obteniendo así su venganza. Sin embargo, hoy sabemos que aunque sí fue Tutmosis III quien se ocupó de eliminar todo rastro de su existencia, no lo hizo con otro fin que no fuera asegurar el acceso al trono de su hijo Amenhotep II frente a las pretensiones de otros familiares.

Se puede decir que Hatshepsut tuvo una vida trágica. Perdió a su padre a los 12 años, a su marido a los 15 y a su madre poco después, al igual que a Senmut y a su hija Neferure. Es irónico y triste a la vez que aquel con él que tuvo una relación más larga fue el mismo que la sacó de la historia para asegurar el ascenso al trono de su hijo.

BIBLIOGRAFÍA:
MERLADET, JUAN, El legado de Hatshepsut, Goodbooks Editorial, S.L., 2012.
DESROCHES NOBLECOURT, CHRISTIANE, Hatshepsut: la reina misteriosa, Edhasa, 2009.
BEDMAN, TERESA y FRANCISCO J. MARTIN VALENTÍN, Hatshepsut: de reina a faraón de Egipto, La esfera de los libros, 2009.

Lucía Moreno Ojeda

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