Su
reinado inauguró la Edad de Oro de Egipto, amasó gran parte de las riquezas que
el rey Tutankhamón heredaría y después desapareció de la historia. Si su nombre
no nos resulta familiar es por una razón: sus imágenes fueron borradas y su
cadáver arrancado de su tumba.
Para
saber cómo y por qué debemos remontarnos mucho tiempo atrás.
Hatshepsut
gobernó Egipto en la Edad de Oro como mujer. No fue una reina sin más, fue una mujer que gobernó como un
hombre y dirigió el mayor imperio del Mundo Antiguo, durante la dinastía más
poderosa.
Llevó
a cabo numerosas expediciones comerciales de modo innovador y emprendió un
programa arquitectónico de magnitud sin precedentes cuyo mejor ejemplo lo
encontramos en su templo mortuorio de Behir-el Bahari. Sin embargo, poco se
sabía de ella hasta ahora. Alguien se aseguró de que Hatshepsut no fuese
recordada desterrando su nombre de la historia. Sus logros fueron ocultados,
sus estatuas destruidas, su identidad borrada y su momia desapareció.
Hatshepsut
nació princesa pues era la hija mayor de Tutmosis I y su principal esposa Ahmosis, y fue educada para seguir los
pasos de su padre, pero Tutmosis I tenía un hijo con una de sus esposas
secundarias, Tutmosis II. Tutmosis II heredó la corona al morir su padre,
cuando la joven Hatshepsut tan sólo tenía 12 años. Llevando a cabo una maniobra
habitual entre la realeza, Tutmosis II tomó por esposa a su hermanastra
Hatshepsut, reforzando así su estirpe real. Juntos tuvieron una hija, Neferure.
Con
12 años y casada con su hermanastro, Hatshepsut estaba destinada a ser sólo
otra reina a la sombra de su esposo. Pero Tutmosis II era un hombre débil, y
hay quien dice que Hatshepsut era la mano que dirigía el trono.
Al
alcanzar los 15 años su marido murió y todo cambió para ella, pues ahora se
había convertido en la regente de un bebe que no era su hijo. Hatshepsut tuvo
que cuidar a su hijastro, a su hija Neferure y a todo un reino. Cuando su
hijastro alcanzó la edad con la que debía convertirse en faraón, varias
decisiones osadas de Hatshepsut dejaron ver que la reina regente no iba a dejar
el trono.
A
los 22 años, Hatshepsut dio un paso muy atrevido: ocupó el trono como mujer.
Aunque no fue la primera, ni la única mujer que ascendió al trono en el Antiguo
Egipto, Hatshepsut destaca por un hecho que no se dio hasta ella, para ser
faraón se transformó en un hombre, ante los súbditos se vestía como tal, haciéndose representar con los atributos reales masculinos como la barba de faraón. Pues sólo un hombre podía ser faraón.
Hatshepsut llegó a ser tan poderosa o incluso más que el propio Tutmosis III.
En
su época algunos pensaron que había accedido al trono de forma ilícita,
mientras que otros dijeron que lo hizo por el bien de su pueblo. Las opiniones
eran dispersas y Hatshepsut se ganó enemigos con su decisión.
Hatshepsut
llevó a cabo un proyecto arquitectónico cuantioso, lo que significa que su reinado
fue muy próspero. En las múltiples construcciones que llevó a cabo dejo
constancia de sus proezas como método propagandístico. Así sabemos que hizo importantes
expediciones comerciales a la región de Punt, hoy desconocida su ubicación, que
desempeñaba un gran papel comercial. A través de estos grabados mostraba a su
pueblo su valía y la prosperidad que trajo a Egipto.
Según
muestran algunos grabados de Behir-el Bahari, Hatshepsut estaba enseñando a su
hija Neferure para que la sucediese, algo que no llegó a pasar pues Neferure
desaparecerá y el trono será ocupado por su hermanastro Tutmosis III.
Algunos
egiptólogos piensan que Hatshepsut pudo tener un romance con el arquitecto
Senmut, que se encargó de la enseñanza de su hija Neferure. Esto no es del todo
fiable, pero tanto su hija como su mentor desaparecieron de la historia al
mismo tiempo que Hatshepsut.
No
hace muchos años, un equipo español que realizaba investigaciones en Behir-el
Bahari, descubrieron unos relieves en los que parece estar escrita una
declaración de amor, una especie de carta de amor, de Senmut a Hatshepsut
acompañados de los grabados de una mujer y un hombre que fueron destruidos con
un fin. Esto sugiere que la teoría podría ser cierta y que Hatshepsut y Senmut
tuviese una relación íntima que iba más allá de lo político.
El
egiptólogo Zahi Hawass se propuso descubrir la momia de Hatshepsut, y, tras un
proceso en el que llegó a contar con cuatro candidatas, determinó que su momia
había sido trasladada del lugar escogido para su descanso y que su momia era la
hallada en la KV-60. Contaban con un cofre con el nombre de Hatshepsut, donde
se encontraba su hígado, en bastante mal estado por el
embalsamamiento, y una muela, la única prueba exacta de la reina. Hawass,
ayudado de un gran equipo de investigadores, comprobó la muela hallada junto a
los vasos canopos con la momia de la KV-60. La muela coincidió con la momia
pues le había sido extraída una muela, practica muy común en el Antiguo Egipto
para paliar infecciones y aliviar así el dolor. Esa muela estaba incompleta
pues le faltaba una raíz la cual se hallaba en la momia. Y gracias a esa muela
y al embalsamador que la guardó, hoy sabemos que esa momia es la de Hatshepsut
y ahora ocupa un lugar de honor en el museo de El Cairo junto a la familia
Tutmosis.
Gracias
al hallazgo de su momia y, más concretamente de su muela, se ha podido
averiguar que Hatshepsut murió debido a una infección que se extendió por todo
su cuerpo, provocando que los últimos días de su reinado fuesen tremendamente
dolorosos.
El
misterio por el cual sufrió esa eliminación histórica, ha tenido diversas
teorías a lo largo de los años. Algunas dicen que fue por el hecho de
convertirse en faraón siendo mujer, una razón bastante pobre pues antes que
ella otras reinas gobernaron en solitario el Antiguo Egipto. Otros dicen que
Hatshepsut fue la madrastra mala de Tutmosis III y que este realizó la tarea de
borrarla de todas las fuentes obteniendo así su venganza. Sin embargo, hoy
sabemos que aunque sí fue Tutmosis III quien se ocupó de eliminar todo rastro
de su existencia, no lo hizo con otro fin que no fuera asegurar el acceso al
trono de su hijo Amenhotep II frente a las pretensiones de otros familiares.
Se
puede decir que Hatshepsut tuvo una vida trágica. Perdió a su padre a los 12
años, a su marido a los 15 y a su madre poco después, al igual que a Senmut y a
su hija Neferure. Es irónico y triste a la vez que aquel con él que tuvo una
relación más larga fue el mismo que la sacó de la historia para asegurar el
ascenso al trono de su hijo.
BIBLIOGRAFÍA:
MERLADET, JUAN, El legado de Hatshepsut, Goodbooks
Editorial, S.L., 2012.
DESROCHES NOBLECOURT,
CHRISTIANE, Hatshepsut: la reina
misteriosa, Edhasa, 2009.
BEDMAN, TERESA y FRANCISCO J.
MARTIN VALENTÍN, Hatshepsut: de reina a
faraón de Egipto, La esfera de los libros, 2009.
Lucía
Moreno Ojeda
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