En
1505, el papa Julio II le encomendó una propuesta a Miguel Ángel Buonarroti que
él consideró para sí mismo como un gran reto profesional: el sepulcro del
propio Papa, que se ubicaría debajo de la cúpula de la Basílica de San Pedro.
El
artista ideó un colosal mausoleo de estructura piramidal con tres pisos de
altura, y lo más destacable, más de cuarenta figuras escultóricas de tamaño
superior al natural. Esta tarea fascinó desde el principio al joven artista y arrojó
en ella muchísima ilusión, pues aunque dominaba las tres grandes disciplinas
del arte (arquitectura, escultura y pintura), él siempre optó por la segunda,
su gran pasión.
Tan
pronto como pudo se dirigió a las canteras de Carrara en busca de mármol, pero
algo truncó sus esperanzas. El resto de artistas que trabajaron en Roma a las
órdenes del Papa, entre ellos principalmente Rafael y Bramante, quizás
recelosos del éxito y fama que estaba alcanzando Buonarroti, convencieron al
Papa para que realizase la decoración de la bóveda de la Capilla Sixtina en
lugar de la sepultura. Se trataba de una superficie de 10.000 m2 que
debía cubrir con pinturas al fresco. El techo estaba muy deteriorado y
presentaba un cielo azul con estrellas, un aspecto muy simple, cuyo autor era
Piero Matteo d’Amelia.
En
el año 1508 Miguel Ángel accedió al encargo pero totalmente decepcionado,
puesto que el nuevo proyecto era muy ambicioso y contaba con grandes
dificultades a la hora de su ejecución como, por ejemplo, el empleo de la
técnica “al fresco”, en la que se debía pintar una vez que se aplicaba yeso en
el muro y sin esperar a que éste se secase, con lo cual no permitía
correcciones si se cometían fallos (en ese caso, se tenía que volver a
repetir); o, por otro lado, las diferentes incomodidades como la altura (Miguel
Ángel tuvo que diseñar unos andamios para poder subir), la postura del cuerpo a
la hora de pintar… Sin embargo, hay que reconocer que si algún día llegaba a
acabarlo, conseguiría un reconocimiento universal, como así ha sido.
Miguel
Ángel empleó cuatro años (1508-1512) en realizar la decoración, aunque en
realidad sólo trabajó tres, puesto que hubo una pausa intermedia de un año
debido a la falta de presupuesto por parte del Pontífice por las diferentes
luchas que mantenía contra sus enemigos.
La
primera intervención duró dos años y consiguió pintar la primera mitad de la
bóveda. Fue muy lenta, aunque en el segundo intervalo de tiempo, de 1 año,
ilustró la otra mitad y sin duda, fue más ágil. Un ejemplo sería la duración de
la realización de dos escenas diferentes: el Diluvio Universal (la primera que hizo) y la famosa Creación de Adán (más posterior).Mientras
que, para la primera empleó 4 o 5 meses en hacerla, la segunda estaba terminada
en 4 días. Obviamente, la primera etapa fue muy dura. Al principio, Miguel
Ángel contó con la ayuda de un grupo de artistas “de segunda fila”. En cambio,
no dudó en despedirlos y en realizar únicamente él todo el trabajo. Para el
artista supuso un auténtico calvario, pues tuvo que sacrificarse y abandonar su
querido proyecto (el mausoleo del Papa y todas sus esculturas) para embarcarse
absolutamente en esa grandiosa labor. Es más, el proyecto original que ideó tuvo
que ser reducido posteriormente para ser ejecutado al no haberle dedicado el
tiempo necesario ni encontrar personas que lo financiaran. Trabajó durante
noche y día y tuvo continuos enfrentamientos con el Papa, pues éste insistía en
que tardaba muchísimo tiempo. Hay que añadir que él tenía un alto nivel de
auto-exigencia y nunca se daba por satisfecho, por lo que repitió algunas
partes muchas veces. No dejaba a nadie que accediera a la sala y se enfurecía
bastante si alguien lo interrumpía. Además, hubo diferentes momentos en que sufrió
delicadeza de salud. De todos modos, el resultado fue y es extraordinario. Se
desenvuelve un programa iconográfico que contiene más de trescientas figuras,
dotadas de una riqueza inigualable. Uno de sus grandes atractivos es el uso de
intensos colores, más apreciables gracias a la restauración que tuvo lugar
durante los años 80; la exuberancia de las formas, las grandes magnitudes y el
minucioso estudio de las figuras. Se puede observar un espectacular modelado de
su anatomía, algo obsesivo para Miguel Ángel: tanto los cuerpos masculinos como
femeninos son muy musculosos, aunque en el caso de las mujeres no se pierde la
sensualidad y la delicadeza; las grandes
contorsiones y los difíciles escorzos que adoptan, el movimiento...
Pero lo más
curioso es el tratamiento de las diferentes escenas, una tipología no muy
frecuente que capta la propia interpretación del autor, e incluye diferentes
elementos poco usuales: lo podemos ver, por ejemplo, en la Creación de Adán, como Dios le da aliento de vida a través del
contacto de sus dedos con los del ser humano o en la escena del Pecado original, que para algunos
intelectuales resulta desconcertante y para explicarla han recurrido al motivo
de la igualdad de sexos, ya que siempre la religión ha afirmado que la mujer incitó al hombre al pecado al comer ella la
manzana. En este caso, podemos ver como Eva la coge y, al mismo tiempo, Adán se
dirige al árbol prohibido y extiende su brazo. También, la figura del profeta
Jeremías o las pieles desgarradas que sostiene San Bartolomé en el Juicio Final
(en el testero de la capilla, realizado más tarde), son imágenes que se han
identificado con autorretratos del propio Miguel Ángel, que muestran un visión
torturada del personaje, que se debate entre el pecado y la salvación de su
alma. Incluso recientemente, un equipo de científicos de la Facultad de
Medicina de la Universidad Johns Hopkins en Estados Unidos ha descubierto en el
rostro de Dios en La separación de la luz y las tinieblas
un cerebro y su unión con la columna vertebral, aunque se puede tratar de una
ilusión óptica. Cada uno aporta su propia visión, pero ¿quién se atreve a
desentrañar los misterios que esconden estas pinturas?
En
general, yo creo que hay que imaginar el tremendo esfuerzo y fuerza de voluntad
(para mí admirable), que empleó este artista en realizar esta obra, a pesar de
que no le gustaba demasiado, ni se consideró un genial pintor. Pero, de todas
formas, se forjó un gran reto: demostrar su talento también en este campo… y
desde luego, lo hizo.
José
Manuel González Martín
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.