martes, 23 de septiembre de 2014

EL ÁRBOL DE LA VIDA

Los grandes pensadores y humanistas del Renacimiento juzgaron de forma negativa la propia época en la que vivían, denominándola de retroceso intelectual y social. Estos grandes eruditos de los siglo XV, XVI y XVII pretendían ser los continuadores de la cultura grecorromana, la cual habían admirado durante todos esos siglos. En cambio, en lugar de ser un período en el que la intelectualidad estuviese en decadencia, fueron tiempos de bastante desarollo de las instituciones político-sociales y de la propia religión cristiana.

En el ámbito de las pautas estilísticas, el arte medieval no tienen nada que envidiar a los patrones clásicos, pues la complejidad de los símbolos y la riqueza de sus imágenes y literatura, le ha otorgado una elevada importancia, ya sea para comprender la sociedad, la economía o para estudiar el pensamiento de la élite intelectual.

Decoración del Ábol de la Vida en Madinat al-Zahra
Uno de los motivos más utilizados de la iconografía medieval es el Árbol de la Vida. Su origen no se sitúa en estos tiempos del Renacimiento, sino que ya en las antiguas sociedades paleolíticas situadas en Europa había pequeñas referencias del mismo.
Desde el Neolítico hasta las tierras de Suecia y Noruega del II milenio a.C., han aparecido pinturas e incluso grabados en los que aparece la imagen de un árbol como elemento principal, que puede hacer alusión a un principio de vida, a una divinidad encargada de organizar el ciclo vegetal o a un concepto importante para la supervivencia de los pueblos productores.
Estas imágenes nos han mostrado que las civilizaciones existía la idea de una divinidad de la vegetación que se encargaba de los ciclos vitales; y como no, las formas de aludir gráficamente a tal deidad era por medio de un árbol que la acompañaba. Incluso cuando el árbol aparece solo, ha de interpretarse como la imagen de la propia divinidad.

Representación del salón del trono del Palacio de Asurbanipal en Kalhu.
En el Próximo Oriente antiguo existió la figura de una madre vital, este es el caso de Astarté, diosa de varios pueblos de estos territorios, aunque se la dio múltiples nombres: Ishtar, Astaroth, etc; que fue representada en muchas ocasiones al lado del Árbol de la Vida en el arte del Próximo Oriente. La composición establece al propio árbol como eje central o a la divinidad con una planta en las manos; a ambos lados, de forma simétrica, aparecen seres protectores y por último suelen aparecer signos astrales que muestran el carácter divino. Entre los ejemplos más destacables aparecen los relieves asirios de Nimrud o las estelas fenicias.

En el mundo griego la figura del Árbol de la vida repartía la responsabilidad de mantener activos los ciclos naturales de hombres, animales y plantas entre las diosas Afrodita, Deméter y Proserpina. Por ello, es bastante habitual que en los relieves estas diosas aparecezcan con plantas en las manos.

Los hebreos fueron los primeros en reinterpretar sus iconos para desarollar sus propias creencias. El Árbol de la Vida, signo del politeísmo llegó a formar parte del monoteísmo judío. Por ejemplo, en el Génesis, Yahveh prohíbe a Adán y a Eva comer el fruto de un árbol que crecía en el Jardín del Edén. La serpiente incitó a la primera pareja a comer una manzana de un árbol. En otros capítulos de la Biblia el propio Yahveh se equipara con árboles (olivos, cipreses, álamos...).
El propio candelabro de los siete brazos situado en el templo de Salomón es un compendio del Árbol de la Vida. Aunque también, el Árbol de la Vida es para los judíos un elemento cabalístico que puede explicar el orden del Universo.

Por otro lado, el Islam también va a recoger el Árbol de la Vida como un signo para explicar sus leyes rituales. Aunque nos encotramos en una cultura que rechaza las representaciones de seres humanos o de animales, los motivos vegetales van a estar presentes en su arte.

En general, el significado del Árbol de la Vida es una síntesis muy compleja de diferentes historias: el linaje de Cristo, su muerte en la Cruz, la expulsión del paraíso de Adán y Eva, la creencia en la salvación y la explicación de las partes del Universo.



Daniel Velasco García

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