Los
grandes pensadores y humanistas del Renacimiento juzgaron de forma
negativa la propia época en la que vivían, denominándola de
retroceso intelectual y social. Estos grandes eruditos de los siglo
XV, XVI y XVII pretendían ser los continuadores de la cultura
grecorromana, la cual habían admirado durante todos esos siglos. En
cambio, en lugar de ser un período en el que la intelectualidad
estuviese en decadencia, fueron tiempos de bastante desarollo de las
instituciones político-sociales y de la propia religión cristiana.
En
el ámbito de las pautas estilísticas, el arte medieval no tienen
nada que envidiar a los patrones clásicos, pues la complejidad de
los símbolos y la riqueza de sus imágenes y literatura, le ha
otorgado una elevada importancia, ya sea para comprender la sociedad,
la economía o para estudiar el pensamiento de la élite intelectual.
Decoración del Ábol de la Vida en Madinat al-Zahra |
Uno
de los motivos más utilizados de la iconografía medieval es el
Árbol de la Vida. Su origen no se sitúa en estos tiempos del
Renacimiento, sino que ya en las antiguas sociedades paleolíticas
situadas en Europa había pequeñas referencias del mismo.
Desde
el Neolítico hasta las tierras de Suecia y Noruega del II milenio
a.C., han aparecido pinturas e incluso grabados en los que aparece la
imagen de un árbol como elemento principal, que puede hacer alusión
a un principio de vida, a una divinidad encargada de organizar el
ciclo vegetal o a un concepto importante para la supervivencia de los
pueblos productores.
Estas
imágenes nos han mostrado que las civilizaciones existía la idea de
una divinidad de la vegetación que se encargaba de los ciclos
vitales; y como no, las formas de aludir gráficamente a tal deidad
era por medio de un árbol que la acompañaba. Incluso cuando el
árbol aparece solo, ha de interpretarse como la imagen de la propia
divinidad.
Representación del salón del trono del Palacio de Asurbanipal en Kalhu. |
En
el Próximo Oriente antiguo existió la figura de una madre vital,
este es el caso de Astarté, diosa de varios pueblos de estos
territorios, aunque se la dio múltiples nombres: Ishtar, Astaroth,
etc; que fue representada en muchas ocasiones al lado del Árbol de
la Vida en el arte del Próximo Oriente. La composición establece al
propio árbol como eje central o a la divinidad con una planta en las
manos; a ambos lados, de forma simétrica, aparecen seres protectores
y por último suelen aparecer signos astrales que muestran el
carácter divino. Entre los ejemplos más destacables aparecen los
relieves asirios de Nimrud o las estelas fenicias.
En
el mundo griego la figura del Árbol de la vida repartía la
responsabilidad de mantener activos los ciclos naturales de hombres,
animales y plantas entre las diosas Afrodita, Deméter y Proserpina.
Por ello, es bastante habitual que en los relieves estas diosas
aparecezcan con plantas en las manos.
Los
hebreos fueron los primeros en reinterpretar sus iconos para
desarollar sus propias creencias. El Árbol de la Vida, signo del
politeísmo llegó a formar parte del monoteísmo judío. Por
ejemplo, en el Génesis,
Yahveh prohíbe a Adán y a Eva comer el fruto de un árbol que
crecía en el Jardín del Edén. La serpiente incitó a la primera
pareja a comer una manzana de un árbol. En otros capítulos de la
Biblia el propio Yahveh se equipara con árboles (olivos, cipreses,
álamos...).
El
propio candelabro de los siete brazos situado en el templo de Salomón
es un compendio del Árbol de la Vida. Aunque también, el Árbol de
la Vida es para los judíos un elemento cabalístico que puede
explicar el orden del Universo.
Por
otro lado, el Islam también va a recoger el Árbol de la Vida como
un signo para explicar sus leyes rituales. Aunque nos encotramos en
una cultura que rechaza las representaciones de seres humanos o de
animales, los motivos vegetales van a estar presentes en su arte.
En
general, el significado del Árbol de la Vida es una síntesis muy
compleja de diferentes historias: el linaje de Cristo, su muerte en
la Cruz, la expulsión del paraíso de Adán y Eva, la creencia en la
salvación y la explicación de las partes del Universo.
Daniel Velasco García
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