Los romanos no fueron la primera civilización
que construyó carreteras, pero no tienen rival en cuanto a la extensión de su
red de calzadas y a la sofisticación de sus técnicas constructivas. Las
calzadas romanas no fueron mejoradas hasta la invención del pavimento de macadán
en el siglo XIX, y muchas de las rutas que ellos abrieron siguen formando la
base de las carreteras que utilizamos hoy en día. Los romanos aprendieron el
arte de hacer carreteras de los etruscos y de los griegos. Al principio la mayoría
de ellas eran a pequeña escala y en centros urbanos.
La red de calzadas romanas en el Imperio |
En el año 312 a.C. se construyó
la primera calzada romana importante, que unía Roma con la ciudad de Capua en
el sur. Fue llamada Via Appia en
honor del censor Apio Claudio, que ordenó su construcción. Al principio sirvió para
reforzar el enlace entre Roma y Capua, su aliada en la segunda guerra contra la
tribu samnita, pero más tarde la calzada abrió el camino a al hegemonía romana
y a su expansión por la Campania.
Tras derrotar a los samnitas, los
romanos empezaron a dominar la región estableciendo colonias y forjando
alianzas con las ciudades-estado independientes de la Campania. Una vez los
romanos hubieron penetrado más al sur, la Via Apia fue ampliada más allá de
Capua hasta la cercana Beneventum, donde se fundó una colonia romana en el
lugar de un antiguo enclave.
La Via Appia, en Roma |
A principios del siglo III a.C. los romanos avanzaron más hacia el sur, amenazando a las ciudades-estado
griegas de la costa. La Via Apia demostró ser una ruta esencial para el
avituallamiento del ejército romano en las guerras pírricas contra los griegos.
Una vez derrotados los griegos en el año 275 a.C., la Via Apia fue ampliada
hasta Brundisium, en la costa suroeste. Desde allí se podían realizar travesías
por mar hasta Grecia.
Tras la construcción de la Via
Apia los romanos siguieron abriendo caminos que cruzaban su creciente Imperio. Básicamente
los construían por motivos militares, es decir, para transportar tropas y suministros
al frente o a lugares problemáticos en los territorios ocupados por Roma. Como
las calzadas se trazaban pensando en las marchas de los soldados, las construían
muy anchas y directas.
Con el tiempo esto se fue
convirtiendo en una gran red de calzadas que cruzaba todo el Imperio y que unía
ciudades tan lejanas como Lugdunum (Lyon), en la Galia, con Cartago, en el
norte de África. Incluso Britania, separada del resto del Imperio por el mar,
tuvo su sistema de calzadas romanas. Roma era el centro de esta inmensa red de
comunicaciones, lo que dio pie a la frase “todos los caminos llevan a Roma”.
David Asensio Caramés
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