Roma,
capital del mundo antiguo y dominadora de todo el Mediterráneo, fue
una civilización que debido a sus fuertes ambiciones por expandir su
imperio tuvo que lidiar con muchos problemas en los diferentes
frentes abiertos que intentaba conquistar.
Pugna
en el Mediterráneo occidental.
Una
de las zonas que más llamó la atención a los romanos fue la
cercana a la ciudad de Cartago (norte de África), incluyéndola. A
principios del siglo III a.C. esta ciudad se convirtió en una gran
potencia económica y militar que era principal dominante de las
rutas marítimas de la cuenca occidental del Mediterráneo. Además,
sus posesiones en Sicilia, Córcega, Cerdeña y algunas colonias en
las costas del Norte de África le garantizaban este dominio
marítimo.
Sin
embargo, tenían tres puntos débiles a tener en cuenta. Uno de
ellos, se encontraba internamente, es decir, en el ejército. Era un
ejército formado por mercenarios, cuya lealtad ante los momentos
difíciles era dudosa.
Otro
problema se centraba en sus dominios territoriales del norte de
África, pues estos tenían una escasa cohesión geográfica, frente
a los dominios itálicos, bien delimitados.
Y
por último, estaban en continua amenaza, que provenía de una
rebelión formada por sus súbditos libios, que estaban descontentos
por las condiciones a las que se veían sometidos.
Romanos
y cartagineses libraron tres guerras difíciles que se desarrollaron
en gran parte del siglo III y en los años centrales del II a.C. La
derrota de Cartago tuvo como consecuencia la total destrucción de la
ciudad.
En
estos combates participaron grandes mandos militares, entre los que
destaca la figura de Aníbal. Sorprendió y derrotó a los romanos en
tres importantes batallas, pero fracasó debido al potencial militar
por parte de Roma. Aníbal fue obligado al exilio y se suicidó antes
de ser capturado por los romanos.
Lucha
en el Mediterráneo oriental.
En
la parte oriental del Mediterráneo, los romanos tuvieron que librar
escollos ante los reinos helenísticos, que se habían formado tras
la muerte de Alejandro Magno. Destacaron los Antigónidas que
dominaban Macedonia y los Seleúcidas que poseían casi toda la parte
Oriental.
Estos
reinos destacaban por su capacidad militar y financiera, muy superior
a la de Roma. Pero las rivalidades entre estos dos reinos y la propia
ambición de los monarcas los impidieron llegar a un acuerdo para
intentar acabar con Roma. Al final estos territorios a finales
del siglo II a.C. acabaron en manos romanas.
Tras
acabar con estos reinos, aún faltaban dos obstáculos: Egipto
liderado por Tolomeos y Ponto con Mitríades VI Eupátor. Aunque muy
pronto acabaron por sucumbir ante las tropas de Sila, Lúculo o
Pompeyo el Grande que impusieron el dominio romano en la zona
oriental.
Luchas
en Hispania.
La
conquista de la península Ibérica fue un proceso bastante largo,
complejo y costoso. En este caso, Roma no se enfrentaba a un Estado
organizado, sino que hacái frente a una especie de tribus
independientes que buscaban y defendían su libertad.
Ruinas de Numancia |
Esta
guerra fue más difícil de lo que se predijo. Se establecieron
múltiples campañas, que dieron a Roma muchas desgracias: el botín
que se conseguía era muy escaso, las condiciones de vida en los
bosques eran muy duras, los soldados romanos desconocían el terreno
y estaban sometidos a constantes emboscadas. Escipión Emiliano fue
el que tras un asedio a la ciudad de Numancia, puso fin a esta
duradera guerra.
En
el caso de Lusitania, fue otro foco importante debido a su
resistencia. Los indígenas, liderados por un caudillo inteligente y
muy hábil, Viriato, puso a las tropas romanas en jaque. La guerra
contra este líder se presentó bastante complicada pero su asesinato
a traición acabó con la resistencia que se estableció en todo el
país.
Daniel
Velasco García
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